You can love, you can fly.

You can love, you can fly.
Tu historia, solo eso importa.

viernes, 18 de enero de 2013

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.
La chica, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.
Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras hojeaba su revista, un chico se sentó a su lado y comenzó a leer
un diario.
Imprevistamente, la chicaobservó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.
Ella se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente a él y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.
Como respuesta, él tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.
Ella ya enfadada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.
Ella cada vez más irritada, y él cada vez más sonriente.
Finalmente, ella se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta.
“No podrá ser tan descarado”, pensó mientras le miraba alternativamente y al paquete de galletas.
Con calma él alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.
Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.
- ¡Gracias! – Dijo ella tomando con rudeza aquella mitad.
- De nada. – Contestó él sonriendo suavemente mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida.
Ella se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.
Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al chico todavía sentado en el andén y pensó:
“¡Que insolente, qué mal educado, menudo payaso!”
Sin dejar de mirar con resentimiento al chico, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado.
Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas INTACTO.
Cuantas veces nuestros prejuicios, nuestros jucios, nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones.
Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos, injustamente a personas y situaciones, y sin tener aun el por qué, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces alejadas de la realidad que se presenta.
Así, por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación, perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación.
Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.

¿Cambiaría algo si te dijera que durante el día te paseas por mi cabeza y por la noche eres el protagonista de mis sueños? ¿Cambiaría algo que todas esas canciones que inundan mis estados no son más que indirectas para ti? ¿Cambiaría algo si consigo decirte que muero por uno de tus abrazos, hacen que me sienta la persona más segura del mundo? ¿Cambiaría algo si te digo que todas las dudas que tengo desaparecen cuando te veo sonreír? ¿Cambiaría de algo si te digo que todos estos kilómetros impiden que te bese pero no que tenga ganas de sentir tu risa pegada a la mía? ¿Cambiaría algo si consiguiera susurrarte que te quiero más que a nada?

lunes, 1 de octubre de 2012

miércoles, 20 de junio de 2012

MeMecum

Porque las cosas pasan y van llegando, pero a la vez se van yendo en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo sigue, parece que siempre tiene prisa, va a contra reloj, y no puede parar. Por eso te digo que cuando menos te lo esperes volveré a estar ahí, con esa voz de niña pequeña, y esas ganas de hacer de esta vida algo maravilloso, y que con tan solo las palabras se quede corto. Porque por mucho que pase el tiempo por mí, siempre seré la misma que viste la última vez.